Perder es el corazón del ser humano y del psicoanálisis. Perdemos y, en el lugar de la falta, representamos, pensamos, damos nuevos sentidos, deseamos, reencontramos. La castración, como acto simbólico, nos habla del miedo a perder, pero también nos ubica más allá del afán ilusorio de completud. Perder funda y estructura la subjetividad, aunque, tal vez, no sepamos qué perdemos cuando sentimos perder.
Todo el acontecer psíquico, habilitado por un otro, trata de ese recorrido hacia un “saber” perder sin sentirse derrotado. Así, el camino del duelo por lo perdido se hace transitable y se acompaña de tristeza y, luego, de una calma nostalgia. Los duelos imposibles nos muestran que la experiencia de dolor es intolerable y no es viable la renuncia. Si esto último ocurre se vive como desolación, sufrimiento, vergüenza, hasta desorientación cuando parece haberse perdido la brújula.
Animarse a perder nos libera del aferramiento y de la fijeza, da lugar a la creatividad y acoge la transformación. Aceptar la incerteza de perder algunos referentes teóricos podría abrirnos el camino siempre incierto al crecimiento.
Y, tal vez, perder, sea también el espacio de resistencia frente al mandato del ganar que rige la actual cultura capitalista del tan anhelado éxito.
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La fecha límite para enviar los trabajos es el viernes 28 de febrero de 2025.
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